martes, 27 de noviembre de 2018

OTOÑO INABARCABLE

                                  Si de los tipos de fotografía que puede hacerse, la de guerra sería la más arriesgada. La de naturaleza en mi opinión es la más difícil, porque en ella las condiciones y el sujeto siempre son incontrolados. Eso es muy evidente cuando se fotografían animales, que rara vez permanecen estáticos.
              Pero incluso cuando se fotografían organismos naturales inmóviles, se afrontan otro tipo de dificultades.
              La enorme capacidad del ojo humano para captar los detalles al mismo tiempo en las altas luces y en las sombras más oscuras, es algo inalcanzable para cualquier cámara fotográfica existente, por lo que las imágenes obtenidas en escenas de alto contraste, solamente son una leve aproximación  a la realidad.
              Si a eso se añade la exigua parcialidad espacial del encuadre, siempre resulta frustrante intentar contener en una imagen todo lo que estàs viendo.
             
               Aquel día, el espectáculo estaba principalmente en las copas de las hayas que ya habían iniciado su transición de color otoñal. Cuando encontré en el suelo del bosque este hongo (Ramaria botrytis)  de aspecto muy semejante a algunos corales, no pude evitar intentar meter en una imagen aquellos dos mundos tan próximos y al mismo tiempo tan lejanos entre sí; el aéreo de la luz y, el terrestre de las sombras. (Clik en la imagen para verla más grande).

Hongo y hayedo otoñal.
Hongo Ramaria botrytis y hayedo (F:4,V:1/20s,ISO:100)

martes, 20 de noviembre de 2018

LOS REGALOS DEL CARBORNERO

                           No me gusta fotografiar aves cerca de sus nidos, además de por evitarles cualquier molestia que pudiera poner en peligro todo su esfuerzo reproductivo. Porque creo además, que con las aves "atadas" por sus instinto, a algo tan importante para ellas como es su descendencia, por la que en muchas ocasiones están dispuestas a ponerse en riesgo a sí mismas, tienen menos mérito las imágenes conseguidas.
           Este día, me había escondido para intentar fotografiar otra cosa. A los pocos minutos, un carbonero garrapinos (Parus ater) apareció con una oruga en su pico y se posó en una rama que estaba muy cerca justo en frente y por debajo de la línea del objetivo. De ahí voló los tres metros que le separaban del árbol junto al que me había escondido, y se introdujo en un agujero.
           Lo normal es que hubieran mostrado alguna alarma  ante aquel bulto más o menos camuflado que había tan cerca de su nido. Lo cual hubiera hecho que inmediatamente me trasladara de lugar. Pero como no fué así, continué mi espera en el mismo sitio.
           Más o menos, cada quince minutos aparecía un de los dos miembros de la pareja de carboneros con comida para su prole, que en el caso de estas aves suele ser  numerosa.
           Uno de ellos, parecía seguir siempre la misma rutina, que como en un circuito bien establecido, le llevaba a posarse en las mismas ramas en su aproximación al nido. Incluyendo casi siempre la rama que tenía justo frente a la cámara.
            Esto me tuvo entretenido el tiempo que duró la infructuosa espera y, me permitió observar la gran labor insecticida de estas aves, eliminando orugas de muchas especies diferentes, que de otra manera se convertirían en plaga.
            Muchas veces, después de pasar horas escondido, te marchas sin una sóla foto. Esta vez, este pequeño pájaro hizo que aquel no fuera uno de esos días, regalándome su imagen. Gracias por tu confianza carbonero !!. (Clik en la imagen para verla más grande).

Carbonero garrapinos (Parus ater).
Carbonero garrapinos (Parus ater) (F:7.1,V/1/125s,ISO:200)

miércoles, 14 de noviembre de 2018

ARAÑA JOYA

                             En los primeros días del otoño, la mayoría de las telarañas de esta especie aparecen ya  abandonadas. Sus constructoras, en estas fechas justo antes del final de sus vidas, las dejan y no se alimentan más, para dedicar todo su esfuerzo a la construcción de un nido de seda que servirá de refugio durante todo el invierno a la que llegada la primavera, será la siguiente generación.
               En una soleada y fría mañana de otoño, encontré a esta araña tigre (Argiope bruennichi) que cubierta de rocío custodiaba aún su trampa de seda.
               Allí, suspendida ante aquel colorido fondo, con las gotas de agua brillando sobre su cuerpo, parecía una joya; bueno, en realidad lo era.  (Clik en la imagen para verla más grande).

Araña tigre (Argiope bruennichi)
Araña tigre y rocío (Argiope bruennichi) (F:10,V:1/100s,ISO:200)

jueves, 8 de noviembre de 2018

EL CIERVO IMPOSIBLE

                                       El ciervo ibérico fue exterminado de la mitad norte peninsular hace más de siglo y medio. En 1957 fueron reintroducidos en Álava, ejemplares procedentes de la zona centro peninsular. De estos indivíduos, procede la población actual, que además de extenderse por todo el macizo del Gorbea, a un ritmo aproximado del 3,7% anual va colonizando nuevas áreas de la provincia.
                   
                     La historia de esta foto, empezó hace ya varios años, cuando ni siquiera aún había conseguido fotografiar mi primer ciervo ibérico en el Gorbea.
             Una tarde de otoño, escuché a lo lejos en medio del bosque un sonido que me pareció la llamada de un ciervo en celo. Pero como nunca antes había oído ninguno y, en aquel lugar no había ciervos, dudé de mi y preferí olvidar aquello.
              No sería hasta tres años después, que en la misma zona, en un gran claro cubierto de helechos al borde del bosque, descubriría todos los indicios como para tener la certeza de que, si allí no podía haber ciervos, al menos uno de ellos no lo sabía. Y había conseguido, rebasando multitud de barreras tanto artificiales como naturales, cruzar la llanada alavesa y llegar a 45 kilómetros al sur de su núcleo de población, hasta el extremo sur del Condado de Treviño.
              Desde aquel día, fueron muchas las excursiones en busca de indicios que me permitieran descifrar su comportamiento y sus querencias en un área extensísima y densamente cubierta de vegetación. Tan difícil me pareció intentar verlo siquiera por un instante, que la idea de conseguir fotografiarlo cabía sólo en el ámbito de los sueños.
              Pero a veces, cuando pones cuerpo, mente y alma, algo en el universo decide que lo mereces y, el sueño se cumple.
              Esta era la segund vez que lo veía. La anterior había sido sólo un bulto escurriéndose sigiloso entre las sombras del crepúsculo. Pero fué suficiente, como para animarme a llevar el equipo seis días después.
              Cuando  después de varias horas de espera, apareció silencioso en el borde entre el hayedo y el claro de helechos, poco antes de anochecer, el tiempo se detuvo. La tierra paró en seco de rotar sobre su eje y, el universo dejó de expandirse.
             Por un instante dudé de que no fuera una más de las mil imágenes que a lo largo de estos años, había creado mi mente imaginándolo. Pero al parecer era real, o al menos lo fué durante la fracción de segundo necesario para que su imagen quedara registrada en el sensor de la cámara.
            Podría intentar describir lo que sentí unos minutos después, cuando la tierra ya volvió a girar de nuevo, pero no lo haré porque ni siquiera me aproximaría.  (Clik en la imagen para verla más grande).
                 
Ciervo ibérico (Cervus elaphus)
Ciervo ibérico y hayedo (F:7.1,V:1/8s,ISO:320)

jueves, 1 de noviembre de 2018

LA FLOR DE OTRO TIEMPO

                               Me resulta difícil tener favoritos entre los organismos naturales, pero reconozco que del gran número de flores silvestres, por muchas razones, esta sería una de ellas.
               En lo visible, siempre valoro más la belleza sutil, que la estridente. Y pocas plantas como esta llegan a rozar la opulencia en lo estético, sin dejar de ser discretamente elegante.
               Pero me resultan más atractiva e interesantes aún, por lo que no es visible  en ella.
               Hasta que la especie humana empezara a interferir y modificar todos los procesos naturales. En este planeta, salvo cataclismos, los cambios se producían lentamente a lo largo de miles o millones de años, dando tiempo a que las especies desarrollaran adaptaciones que les permitieran sobrevivir a esas condiciones progresivamente nuevas.
              Ahora mismo, como consecuencia de las acciones de nuestra especie, esos cambios se están produciendo a un ritmo al que sólo unos pocos, que seguramente tienen bastante en común, podrán adaptarse (humanos, cucarachas y ratas...). Y la azucena silvestre no es precisamente una de ellas.
              La biología de esta escasa planta, es propia de un tiempo en que las cosas no cambiaban, porque es tan lenta su propagación, que las semillas si consiguen germinar, necesitan entre 5 y 7 años, para producir sus primeras flores.
              A mi modo de ver, esa lentitud e inadaptabilidad a los cambios, dan a su belleza un valor añadido; el de lo frágil y efímero. (Clik en la imagen para verla más grande).

Azucena silvestre (Lilium martagon)
Azucena silvestre (Lilium martagon)(F:9,V:1/6s,ISO:100)