Hace ya tanto tiempo que parece que fue en otra vida. Y quizá lo era. Una más lenta, más sencilla y en la que la especie humana empezaba a confirmarse como lo que hoy sin duda és; la peor amenaza para el planeta y para sí misma.
En aquel tiempo en que los inviernos eran duros y las heladas de muchos grados bajo cero hacían que las grandes nevadas se mantuvieran durante semanas.
Entonces esquiar en pistas estaba al alcance de pocos y para los habitantes de Vitoria lo más parecido a eso, era subir a Olarízu a deslizarse con plásticos.
Aunque entonces aún no se podía imaginar el enorme problema ecológico que el uso masivo de ese material iba a suponer. Para los que entonces éramos unos chavalines de Adurza, cuando se fundía la nieve era lamentable ver desde nuestro barrio, la ladera de ese monte llena de plásticos de todos los colores y tamaños, que la gente después de haberse divertido con ellos, dejaba allí tirados.
Nunca he creído en los grupos humanos y menos aún en quienes se erigen en sus líderes, que suelen ser lo peor de entre ellos. Esa evidencia se confirma a diario... Pero aquel día, dirigiéndose a la banda del barrio, alguien dijo algo así: "La mayoría de los que han dejado así el monte, no volverán a verlo hasta la nevada del próximo año. Pero nosotros estaremos viendo esos plásticos todos los días. Mañana iré a recogerlos, si alguien quiere venir, cuantos más seamos mejor. Ese monte ha sido nuestro sitio desde que éramos pequeños, por eso se lo debemos".
Recordándolo, todavía me sorprende que aquel grupo de quince adolescentes, algunos sin ningún interés por la naturaleza y en un tiempo en el que ni siquiera existía aquí la palabra ecología, se organizaran para dedicar una mañana de sus vidas a subir a Olárizu, recoger uno a uno miles de plásticos, ponerlos en varios enormes montones y arrastrarlos ladera abajo hasta las campas para que los servicios de limpieza se los llevaran.
El siguiente invierno pensé poner carteles invitando a que la gente hiciera el "ímprobo esfuerzo" de no dejar los plásticos tirados en el monte. Nunca llegué a ponerlos. Quizá por una mezcla de escepticismo e intuición sobre la condición humana...
En la anterior entrada sobre este mismo buitre: https://fermincastellano.blogspot.com/2020/05/Buitre-plastico-contaminacion.html , me referí a lo impactante que fue verlo en esas condiciones, en un lugar tan alejado de un entorno humano. Pero lo de después fue aún más triste: después de pasarme a unos pocos metros por encima, continuó volando esforzadamente contra el viento un kilómetro más, hasta alcanzar la pared donde anida una pequeña colonia de parejas de su especie, algunos de los cuales en ese momento reposaban posados en la parte superior de la roca.
Cuando este se acerco para posarse junto a ellos, todos salieron volando huyendo de lo que para ellos era amenaza. Por lo que llevaba colgado del cuello, los demás no lo reconocían como uno de su especie. Y allí se quedó posado, sólo e incapaz de entender porqué le rehuían.
No sé cuantos días llevaría así, ni si consiguió liberarse. La cicatriz que tenía en el cuello, demuestra que no era la primera vez que se veía en una situación como esa. Espero que sobreviviera y llegara a entender que es mejor no acercarse a la especie humana.
Como decía entonces, reitero: si quieres contribuir a evitar cosas como esta y peores que seguramente suceden a diario en la naturaleza y, de las que somos responsables aunque no las veamos. Acuérdate antes de desecharla, de cortar las asas de bolsas, mascarillas, o cualquier cosa similar que tires a la basura. (Clik en la imagen para verla más grande).
Buitre y plástico(F:7.1,V:1/800s,ISO:250) |