martes, 26 de noviembre de 2019

POR UNA MIRADA...

                                   Si, ya sé que el poema se refería a miradas de otro tipo.
                  Pero cuando la naturaleza te escruta a través de los ojos de una de sus criaturas, aunque sea un instante, siempre es la misma sensación de conexión con algo ancestral, de lo que hace mucho tiempo decidimos renegar, para convertirnos en apóstatas de lo natural.

                  Cuando el ser con el que cruzas la mirada, es el más poderoso de los depredadores aéreos, con una envergadura de más de dos metros y un peso de hasta siete kilos. Cuya visión le permite distinguir un conejo a una distancia de dos kilómetros, con unas garras del tamaño de una mano humana y, capaz de dar caza habitualmente a otros depredadores, como zorros, tejones, martas etc., convirtiéndose así en un superpredador. La sensación es si cabe más difícil de describir, porque por un momento, su interés en ti, tiene poco de poético y mucho de alimenticio. Ya que ese ligero movimiento que te ha delatado y que jamás le pasa desapercibido, antes de que te reconozca y te descarte por el tamaño, durante una fracción de segundo te ha convertido para ella en una potencial presa.

                  Desde todas direcciones empezaron a llegar las llamadas de alarma de diferentes especies de aves, señal inequívoca de la presencia en vuelo del gran superpredador.
                  Buscando en el cielo minuciosamente con los prismáticos, la descubrí elevándose en una térmica a casi dos kilómetros de distancia.
                  Cuando alcanzó el techo de la corriente de aire ascendente, inició su planeo horizontal de caza prospectando el bosque bajo ella, en dirección a donde me encontraba. Cada vez más y más cerca.  Al mismo tiempo el monte se sumía en un extraño y absoluto silencio. Como consecuencia del miedo que este ave infunde en casi todos los demás seres. (Cilk en la imagen para verla más grande)
               
Hembra de águila real (Áquila chrysaetos)
Águila real hembra (Aquila chrysaetos) (F:7.1, V:1/800,ISO:200)

miércoles, 20 de noviembre de 2019

MI FAVORITA

                                          No podía dejar de mostrar esta imagen también en color (https://fermincastellano.blogspot.com/2019/11/mariposa-margaritas-blanco-y-negro.htm), más aún, siendo mi foto favorita de mariposas.
                   ¿Porqué lo és?.  Siempre me resulta difícil elegir entre ellas, porque soy incapaz de verlas de forma aislada, tanto del entorno que rodeaba esa visión tan parcial del limitado encuadre de la cámara. Como del resto de sutiles percepciones que en esos momentos impregnaban todos los sentidos, ayudando a conformar eso que llamamos recuerdo.

                    En este caso, el entorno era un lugar que siempre me ha parecido la mayor aproximaciòn que conozco, a lo que debió ser un bosque prehistórico, perdido, salvaje, e inalterado. Y aunque eso no esté en la imagen, seguramente también me condiciona subjetivamente a favor de ella.

                    En los muchos ratos que he dedicado a fotografiar estos seres inquietos y movedizos, he conseguido algunas imágenes más que aceptables de estos insectos, que ya fuera por las grandes alas, rareza, o vistoso colorido de las protagonistas, por razones objetivas quizá pudieran parecer mejores candidatas a foto favorita.
                    Pero no, mi favorita es esta. Con esa minúscula Satyrium esculi, de un discreto color pardo, que parecía tan sola, tan pequeña y frágil, con el borde de sus alas roto, seguramente ya en los últimos días de su corta existencia. Era tanto de lo que parecía carecer, que precisamente, por esa especie de "humildad" que sugería todo en ella, merecía más que ninguna otra, aunque sólo fuera por unos segundos, ser para alguien con muy buen criterio; el centro del universo. (Clik en la imagen para verla más grande)
               
Mariposa ( Satyrium esculi) y margaritas
Mariposa Satyrium esculi y margaritas (F:2.8,V:1/125s,ISO:200)

viernes, 15 de noviembre de 2019

CONSCIENCIA DE LO EFÍMERO

                                 Por paradójico que parezca, esto de la fotografía y, más aún la de naturaleza, dependiendo de como te lo tomes, no me parece una actividad muy recomendable.
                  Y no sólo por lo que conlleva de interferencia con la experiencia real, a la que fácilmente puede llegar a suplantar a cambio de llevarte a casa algo tan irreal, como és un puñado de píxeles. Sino también, por lo que tiene de acicate para el deseo de; captar, conseguir, poseer en definitiva, algo tan inaprensible como lo és un un instante detenido en el tiempo.
                  Pero si hay algo de positivo en el ingenuo espejismo de creer que se puede extraer un momento del devenir y, conservarlo inalterado indefinidamente, tal vez sea, que esa relación directa y cotidiana con fragmentos tan breves de la realidad, cuya existencia pocas veces supera las centésimas o milésimas de segundo, quizá te ayuda a ser más consciente de lo efímero e irrepetible de todo cuanto existe.

                   Más de una vez  aquí, me he referido a los regalos que a diario, la naturaleza te hace cuando le dedicas el tiempo y la pasión que ella merece.
                   Ese día, seguro que hubo otros más sutiles, pero este quizá fué el más evidente. Y tuve que esperar hasta el último momento para recibirlo.

                   A última hora de la tarde, mientras el sol ya muy bajo se ocultaba detrás del horizonte, encontré esta pequeña rana de San Antonio.
                   Hacía seis años que había encontrado la última de esta especie, porque cada vez son más escasas y raras de ver. Y nunca antes había podido fotografiarla en unas condiciones tan favorecedoras.
                   Tener uno de estos seres así, bajo esa cualidad tenue y dorada que tiene la luz justo antes de extinguirse, con ese fondo de flores de brezo y esa distribución de los elementos en el encuadre, era algo que como cualquier otro instante que vivimos, no se repetirá, no ya en esta vida, tampoco en las mil siguientes.
                  Con sólo la mitad de la esfera solar aún visible, sabía que no contaba con mucho más de 20 segundos antes de que el sol desapareciera por completo. Y seguramente tuve presente entonces, que alguna otra vez, en circunstancias parecidas había perdido una buena foto, por pensarlo demasiado. Así que esta vez ni pensé. Como un autómata monté el tinglado a toda velocidad. Tres fotos. Y ya todo fue engullido por la sombra. (Clik en la imagen para verla más grande).

Rana de San Antonio (Hyla arborea)
Rana de San Antonio (Hyla arborea) (F:9,V:1/80s,ISO:200)

domingo, 10 de noviembre de 2019

LA ETERNA BÚSQUEDA

                                  Si hay un tipo de fotografía en la que el blanco y negro parecería no tener cabida, esa sería la fotografía de naturaleza, por lo que esta técnica tiene de artificial, prescindiendo de una parte tan importante de la realidad visible, como es el color.
                  Pero a cambio, esa aparente simplificación, me parece que en algunos casos favorece algo  que puede sonar a contradictorio, pero que para mi no lo es en absoluto; la profundización en la búsqueda de lo esencial y trascendente, a través de lo estético. (Clik en la imagen para verla más grande).
               
Mariposa y margaritas B/N
Mariposa y margaritas en Blanco y Negro (F:2.8,V:1/125.ISO:200)

martes, 5 de noviembre de 2019

SI QUIERES LLÁMALO SUERTE...

                                                    Es muy curioso el funcionamiento del cerebro en relación con los recuerdos.
                         Muchas veces escribiendo textos para fotos que subo aquí, algunas de ellas tomadas hace varios años, compruebo como a diferencia de otras cosas que he hecho mucho más recientemente, el recuerdo de aquellos instantes lejanos, ha permanecido inalterado.

                        Si eso me ocurre con todas mis fotos, con esta más aún si cabe, porque fué el resultado de una toma de decisiones tan rápida e instintiva, que por mucho que estuviera basada en deducciones lógicas y experiencia, casi llegó a sorprenderme.

                         Mirando con los prismáticos, a unos seiscientos metros descubrí a este corzo macho que jadeando, abandonaba la protección del bosque a una hora desacostumbrada y atravesaba una zona muy expuesta para dirigirse hacia el río.

                        Pudo haberlo hecho por una ruta más larga sin abandonar la sombra de los árboles, pero su comportamiento denotaba además de fatiga; prisa y descuido, al mostrarse en campo abierto mucho antes del crepúsculo, que es el momento en que estos precavidos animales, con la escasez de luz, se atreven a salir de su refugio vegetal.
                        Era su época de celo y, la deducción fué inmediata. Seguramente este corzo había estado corriendo detrás de su hembra dentro del bosque, pues los "preliminares" en esta especie, consiste en una persecución ritualizada que puede durar horas.
                        Si no me equivocaba, después de beber volvería sobre sus pasos, de regreso al territorio por el que siempre muestran mucha querencia y, más en esta época.
                         En tres segundos ya estaba decidido y, a partir de ahí todo se produjo de forma inmediata y automática, como si la total concentración en la acción, no dejara espacio para lo trucos de la mente con sus devaneos: ¿regresará por el mismo sitio?, ¿conseguiré llegar a tiempo?, ¿es mi teléfono más "smart" que yo mismo?...
                        Lo más rápidamente que pude fuí hasta el punto por el que el animal acababa de salir del bosque y me oculté entre unos arbustos teniendo muy en cuenta como siempre la dirección del viento.
                        Recuerdo que mientras montaba el equipo, tuve un pequeño lapsus de concentración haciéndome gracia a mi mismo pensando: "anda que esta carrera por medio del monte a casi treinta grados, con el mochilón a la espalda y, posiblemente para nada... Pero; ¿y lo bien que te lo pasas?...".

                       No habría transcurrido ni un minuto desde que me instalé. Y tan atento estaba a que el montaje fuera lo más rápido y silencioso posible, que no me había dado cuenta de que ya venía hacia mi y, estaba muy cerca, tanto, que podía ver hasta sus garrapatas y, en sus cuernos, las virutas de corteza de los árboles que marca señalizando su territorio.
                       Treinta metros, veinte y seguía acercándose.
                       Hice la primera foto esperando su reacción de huída por el ruido del obturador. Pero no. Solo hubo esa mirada sin llegar a detenerse y, al no ver ni oler nada extraño continuó acercándose, así de seguro debía sentirse en el centro de su territorio y en un punto por el que acababa de pasar pocos minutos antes.  (Clik en la imagen para verla más grande).

Corzo (Capreolus capreolus)
Corzo macho (Capreolus capreolus) (F:7.1,V:1/125s,ISO:200)

domingo, 3 de noviembre de 2019

FOTOGRAFIANDO LO INVISIBLE

                                 Al final del casi monocromático período invernal, hay un momento en el que la humedad del suelo y la calidez del aire de pronto, producen una floración tan masiva, que casi de un día para otro el monte se llena de color.
                    Entonces, en lugares propicios se pueden encontrar algunas especies de flores, que por su rareza, colorido, o complejo y evolucionado diseño, fácilmente pueden llegar a acaparar la atención de quién pretende captar en imágenes la esencia de la primavera.
                    Otras muchas, la inmensa mayoría, más comunes por su abundancia, son casi obviadas y su discreta belleza, por lo multitudinaria, puede llegar a pasar desapercibida.

                    Había estado varias horas, que pasaron como minutos, fotografiando especies poco comunes que crecen en la penumbra del bosque. Al salir, en un pequeño claro, encontré el suelo cubierto de flores de Diente de León (Taraxacum officinalis).
                    Me pareció que por abundantes y comunes que pudieran parecer, ellas igualmente merecían la foto, porque condensaban en sí mismas como ninguna otra, la luz y la calidez de aquellos apacibles días. (Clik en la imagen para verla más grande).
                       
Diente de León (Taraxacum officinalis)
Flores de Diente de León (Taraxacum officinalis) (F:2.8,V:1/400s,ISO:100)