jueves, 16 de abril de 2020

ESFINGE COLIBRÍ

                                        No tuve la suerte de haber crecido en un pueblo, lo que seguramente hubiera acrecentado si cabe mi grado de asilvestramiento. Pero sí de algo parecido; haber crecido en un barrio de la periferia muy  próximo a la naturaleza.
                    Cuando mis hermanos y yo éramos muy pequeños, durante algunos años creímos compartir un secreto, algo que nadie más sabía: la existencia en los campos próximos a Adurza, de colibríes, porque cada verano durante unas pocas semanas, al menos uno de ellos, venía casi todas las tardes a alimentarse de néctar en las flores de nuestra ventana.
                    Años después, supimos que aquel ser de vuelo rapidísimo y acrobático, que cada tarde teníamos la suerte de que nos visitara durante unos pocos segundos, no era un pájaro, sino un insecto.           
                   En biología, se llama convergencia evolutiva, al conjunto de modificaciones que lleva a organismos muy alejados en lo taxonómico, a alcanzar una gran semejanza anatómica, casi siempre para aprovechar un mismo recurso alimenticio.  
                   Ateniéndose a esto y teniendo en cuenta que la aparición de los colibríes en el planeta es mucho má reciente que la existencia de los insectos que ya hace millones de años se alimentaban de esa manera. Y que en este caso, la convergencia ha sido la de un ave, hacia el modo de alimentación de los insectos, me parece  que lo justo sería que esas aves, se llamaran colibríes esfinge, y no al revés.
                    Fotografiando mariposas, muchas veces había observado a estos hiperactivos insectos que de vez en cuando aparecían, volaban frenéticamente de una flor a otra durante unos segundos y volvían a marcharse rapidisimamente. Todo tan fugaz, que nunca intenté fotografiarlos porque no permanecían ni dos segundos en cada flor y porque su batir de alas es tan rápido (85 aleteos por segundo !!!), que sin luz artificial me parecía imposible conseguir una imagen aceptable.
                   Pero este día, se dieron unas condiciones excepcionales. Observé que este indivíduo mostraba una gran querencia por cuatro grupos de flores que visitaba siguiendo como un circuito muy concreto. Además a eso se añadía, que el sol muy bajo a aquella hora en el horizonte, producía una luz lo bastante intensa y lateral, como para poder utilizar una alta velocidad de obturación para intentar detener en la imagen el movimiento de sus alas. Así que era ese día o nunca. 
                   No sé si fueron 5, 10 o 20 minutos de absorción total. Las primeras fotos intentando meterlo en el encuadre y luego que además estuviera enfocado.
                   Cuando el insecto se marchó porque el sol ya se había ocultado, me quedé allí sentado borrando y borrando fotos con la esperanza de que alguna pudiera salvarse. Esta fue una de ellas.
                   (Para que te hagas una idea de la velocidad de su movimiento, está tomada a 1/4000s. Es decir, coje un segundo de tiempo, divídelo en cuatro mil partes y, una de esas fracciones es el tiempo que el obturador de la cámara estuvo abierto para conseguir esta imagen. E incluso así, aún no está detenido el movimiento en la punta de sus alas.) Clik en la imagen para verla más grande.
                    
Esfinge colibrí (Macroglossum estellatarum)
Esfinge colibrí (Macroglossum estellatarum)(F:8,V:1/4000s,ISO:500)

viernes, 10 de abril de 2020

"INEXPLORADO"

                                    Seguramente hay tantas formas de aproximación mental al concepto de perfección, como seres humanos habitan el planeta. Para mi la naturaleza perfecta sería la que nunca ha sido alterada, e incluso más allá de eso; la que nunca antes haya sido vista por un ser humano.
                Por lo tanto,  mi concepto de naturaleza perfecta en este planeta probablemente ya no existe. Y de existir, está en pequeños rincones remotos e inadvertidos.
                Consciente de eso, cuando se encuentra un lugar que se presta a ello, sólo queda la posibilidad de jugar a imaginar que se está ante lo inexplorado.

                 Hacía mucho tiempo que quería explorar este pequeño río que discurre por el fondo de un  barranco profundo y estrecho, lo bastante "inaccesible" y alejado de cualquier ruta humana, como para mantener condiciones que aún podían recordar a las que quizá tuvo cuando los humanos aún eran escasos e inofensivos para el planeta y para sí mismos.
                 Aquel caluroso día de verano me pareció que se daban las condiciones óptimas de temperatura, para la pequeña aventura de ir a recorrerlo por dentro del cauce superando los obstáculos de vegetación, pozas y cascadas tan frecuentes en este tipo de ríos.
                 Como siempre cuando estás absorto en algo que no deja de sorprenderte a cada paso, las horas pasaron como minutos y sin darme cuenta, el sol se había ocultado ya. Y aunque todo aconsejaba  regresar para no tener que hacerlo de noche, era más fuerte la curiosidad de ver que nueva maravilla deparaba el siguiente recodo y, luego el siguiente y así en una sucesión que parecía no tener fin.
                  Así hasta que llegué a este lugar, en el que sentí que la exploración había terminado, porque difícilmente podría encontrar algo que expresara mejor el alma de aquel pequeño río: verde, luz, sombras y en la frontera entre ambas, aquel árbol precariamente inclinado sobre el agua, como una alegoría de lo impermanente. (Cuando volví un año después, el árbol había sido arrastrado por una crecida y el lugar no parecía el mismo; en realidad ya no lo era...) (Clik en la imagen para verla más grande)
               
Cascada
Pequeña cascada (F:13,V:1/13s,ISO:100)

sábado, 4 de abril de 2020

EL SIGILO DE LA LIEBRE

                                        Si como consecuencia de la persecución humana todos los mamíferos salvajes incluso los más grandes, para sobrevivir tuvieron que volverse cada vez más sigilosos y precavidos, en el caso de los medianos y pequeños, que además son presa habitual de multitud de otros depredadores, la cautela alcanza un grado extremo.

                 Hacía ya mucho rato que el sol se había ocultado y después poco a poco con la escasez de luz, se había ido apagando también el murmullo del canto de las aves que en esos días de primavera justo antes de ir a dormir proclaman la posesión de sus territorios.
                Todo parecía indicar que ese día no habría foto. Pero después de una hora de espera, por si acaso había que apurar hasta el final antes de empezar a recoger el tinglado.
                Cuando ya estaba pensando en dejarlo, apareció sigilosamente sin el menor ruido. Primero observó largo rato todo a su alrededor con esos enormes ojos marrones adaptados a la escasez de luz. Unos minutos después ya se sentía tan segura al abrigo de la penumbra, que ni siquiera llegó a alarmarse por el sonido de la cámara. (Clik en la imagen para verla más grande)

Liebre europea (Lepus europaeus)
Liebre (Lepus europaeus)(F:7.1V:1/30s,ISO:500)