Por lo tanto, mi concepto de naturaleza perfecta en este planeta probablemente ya no existe. Y de existir, está en pequeños rincones remotos e inadvertidos.
Consciente de eso, cuando se encuentra un lugar que se presta a ello, sólo queda la posibilidad de jugar a imaginar que se está ante lo inexplorado.
Hacía mucho tiempo que quería explorar este pequeño río que discurre por el fondo de un barranco profundo y estrecho, lo bastante "inaccesible" y alejado de cualquier ruta humana, como para mantener condiciones que aún podían recordar a las que quizá tuvo cuando los humanos aún eran escasos e inofensivos para el planeta y para sí mismos.
Aquel caluroso día de verano me pareció que se daban las condiciones óptimas de temperatura, para la pequeña aventura de ir a recorrerlo por dentro del cauce superando los obstáculos de vegetación, pozas y cascadas tan frecuentes en este tipo de ríos.
Como siempre cuando estás absorto en algo que no deja de sorprenderte a cada paso, las horas pasaron como minutos y sin darme cuenta, el sol se había ocultado ya. Y aunque todo aconsejaba regresar para no tener que hacerlo de noche, era más fuerte la curiosidad de ver que nueva maravilla deparaba el siguiente recodo y, luego el siguiente y así en una sucesión que parecía no tener fin.
Así hasta que llegué a este lugar, en el que sentí que la exploración había terminado, porque difícilmente podría encontrar algo que expresara mejor el alma de aquel pequeño río: verde, luz, sombras y en la frontera entre ambas, aquel árbol precariamente inclinado sobre el agua, como una alegoría de lo impermanente. (Cuando volví un año después, el árbol había sido arrastrado por una crecida y el lugar no parecía el mismo; en realidad ya no lo era...) (Clik en la imagen para verla más grande)
Pequeña cascada (F:13,V:1/13s,ISO:100) |
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