Esto de fotografiar seres salvajes, ariscos y muy veloces, tiene bastante de conocimiento, mucho de "suerte", y algo de... práctica.
Iba a decir entrenamiento, pero no, porque "entrenar" es como llaman ahora a mover toneladas de hierro dejándolas en el mismo sitio, voltear ruedas de tractor a lo tonto, o correr sobre una cinta como un hamster, para no ir a ninguna parte. Y todo eso entre una y otra sesión de tatuaje. Para dar como resultado, lo que vienen siendo "escaparates" abarrotados, (donde siempre más es menos)....Y trastiendas vacías.
Pero; ¿qué entrenan?. No se sabe, aunque es fácil deducirlo. Y ahí tienes a la humanidad de los países desarrollados llenando en masa las salas de tatuaje y los gimnasios. Por lo que ya no hay cabida para aquello de: "No eres más tonto porque no entrenas".
Y mientras en las librerías, se ven pasar rodando secos matojos arrastrados por el viento...
Bueno que me lías. A lo que iba.
Si hubiera sido cualquier otro día, cuando esa libélula se hubiera cruzado en mi camino, seguramente me hubiera conformado con verla pasar velozmente. Pero después de varias jornadas dedicadas intensivamente a fotografiar, se establece como una especie de conexión entre el cerebro y la máquina, que hace que todo fluya de una forma casi automática. Y su manejo, en la configuración para las diferentes situaciones, velocidad de obturación, modo de enfoque, encuadre, etc. se suceden tan rápidamente, que pareciera que la toma de decisiones se hubiera producido sin intervención consciente.
Así que casi antes de que decidiera intentarlo, ya estaba encuadrando y disparando.
Y como alegra en estos casos al revisarlas, comprobar que al menos una ha quedado encuadrada y enfocada. (Clik en la imagen para verla más grande). (Incluida en: https://vimeo.com/489030942 )
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| Libélula (Aeshna cyanea) (F:7.1,V:1/1000s,ISO:250) |
