A diferencia de los mamíferos cuyas huellas dependiendo de las condiciones del suelo pueden ser relativamente fáciles de rastrear, cuando se trata aves y más concretamente rapaces, los indicios de su presencia siempre son muy escasos. Esta discreción máxima llega a su extremo en el caso concreto del que es el mayor exponente de rapaz forestal europea; el azor.
Exceptuando el breve periodo de sus vuelos de cortejo, estas aves salen del bosque lo imprescindible para trasladarse de un cazadero a otro y siempre en vuelo rápido y directo, haciendo difícil su observación.
Pero como todas las aves, cada año mudan sus plumas por unas nuevas. Y es en ese momento, en el que en algún recóndito lugar de lo más profundo del bosque, con suerte se puede encontrar uno de estos delicados y etéreos indicios inequívocos de su presencia. (Clik en la imagen para verla más grande)
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Pluma de azor adulto (Accipiter gentilis) (F:3.2,V:1/125s,ISO:100) |