A pesar de haberse convertido en un animal relativamente frecuente en los hábitats forestales de los que depende, su hábitos crepusculares dificultan su observación, pues casi siempre prefieren no aventurarse en campo abierto antes de que se haya ocultado el sol.
Este día, estaba a otras cosas, cuando a lo lejos vi salir del bosque a una hora muy inusual, a esta hembra de corzo que se comportaba de forma extraña. Se dirigió a un claro cubierto de grandes helechos, no sin antes detenerse varias veces mirando en todas direcciones, como queriendo asegurarse de que nadie la veía ocultarse entre ellos.
Después de un buen rato salió de allí igual de precavida, para dirigirse de nuevo al bosque. Entonces aunque con una luz muy poco adecuada, pude fotografiarla. Se detuvo unos segundos mirando en mi dirección, al oír el sonido del obturador, (no pudo verme pues estaba escondido tras unos arbustos) antes de continuar hacia la espesura.
Por su actitud y la época del año, creo que lo que ocultaba entre los helechos y que por unos minutos la hizo abandonar la protección del bosque, era su pequeño corcino. Con frecuencia los ocultan en lugares como este en la semana posterior a su nacimiento, yendo sólo a amamantarlos unas pocas veces al día. Así hasta que son lo bastante fuertes como para poder seguir a su madre.
Me hubiera sido fácil encontrarlo y fotografiarlo, pero ninguna foto hubiera merecido poner en riesgo su seguridad, ni la tranquilidad de la madre, así que me marché, intentando prolongar con la memoria, los pocos segundos que duró ese fugaz encuentro.
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Corzo hembra (Capreolus capreolus) (F:7.1,V: 1/500, ISO:200) |
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