En plural, porque cada uno de ellos es tan único e irrepetible como cualquier ser vivo.
Unos años a las hayas les toca producir semillas (uno de cada nueve aproximadamente) y sus hojas enseguida se ponen marrones sin pasar por el esplendor de los amarillos y rojos.
Otras veces, los fuertes vientos del Oeste llegan prematuramente arrebatándolas de las ramas casi en el mismo instante en que cambian de color.
Hace años, con mucha frecuencia las heladas tempranas a primeros de Octubre desnudaban el bosque casi de un día para otro.
Pero muy de vez en cuando, el otoño va llegando tan lentamente, que da tiempo a que el proceso de deterioro de la clorofila cubra el bosque de tonos dorados.
Aquel otoño, como pocos otros que recuerde, se dieron todas las condiciones favorables. Y sólo hubo que esperar el momento oportuno. (Clik en la imagen para verla más grande).
Haya dorada (F8,V:1/4s,ISO:100) |
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