Hasta cinco años pueden tardar las larvas de ciervo volante en alcanzar la fase adulta. Entonces saldrán al exterior de los viejos troncos caídos donde permanecieron alimentándose de madera en descomposición.
Cada vez son más infrecuentes los encuentros con este gran escarabajo. Por eso ya casi resulta sorprendente ver uno de ellos volando entre los árboles del bosque en el cálido crepúsculo de los largos días de verano.
Mucho menos llamativas que los machos de enormes mandíbulas, y menos dispuestas a desplazamientos aéreos, las hembras pasan más desapercibidas. Cuando encontré esta ya no recordaba cuando fue la última vez que había visto un ciervo volante. Por eso aunque la luz era ya escasa, no pude evitar dedicar unos minutos a fotografiarla. (Clik en la imagen para verla más grande)
Hembra de ciervo volante (Lucanus cervus) |
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