Me sucede casi siempre que fotografío algún lugar especialmente bonito, o con el que tengo algún vínculo intenso, que me parece inútil el intento de meter en el limitado espacio del encuadre, cosas que percibo que están allí pero que quizá son invisibles, por lo tanto imposibles de captar en una imagen.
Había visto este tipo de fotos (pero mejores), que se hacen usando una velocidad de obturación lo bastante lenta, como para que durante ella, el movimiento intencionado de la cámara desdibuje los detalles, dejando visible lo que podría considerarse lo esencial: luces, sombras, tonos de color. Que en muchas ocasiones, en ausencia de elementos definidos, consiguen transmitir más efectivamente la atmósfera de un sitio. Algo así como "capturar" lo que está más allá de lo visible. Llámalo concepto, o llámalo alma.
Cuando tu prioridad ha sido siempre conseguir imágenes lo más nítidas y definidas posibles, eso de "emborronarlas" moviendo la cámara durante la exposición, me resultaba un poco aberrante, pero aquella soleada tarde de Diciembre de hace siete años, en aquel hayedo inabarcable, con una luz y unos colores indescriptibles y ante la imposibilidad una vez más de captar todo aquello, probé con esto.
El resultado no es ninguna maravilla, pero para mi, consiguió mejor que una fotografía normal el propósito de describir las luces, las sombras y, los colores que ese día inundaban el bosque. (Clik en la imagen para verla más grande)
Hayedo MIC |
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