Vi que uno de los paquetes, el más pequeño, se movía, lo que indicaba que seguramente había sido envuelto en seda sin haber sido inoculado por los "colmillos" (quelíceros) de la araña.
En momentos así siempre se me plantéa un dilema: ayudarle a escapar, o dejar que la naturaleza siga su curso y no privar al arácnido de su merecida captura. En este caso el dilema se resolvió enseguida por si sólo.
En unos segundos emergiendo de su "mortaja" de seda, apareció este minúsculo escarabajo erizado de púas que nunca antes había visto (Dicladispa testacea).
Necesitó aún unos segundos más para liberar sus patas de la pegajosa trampa. Desplegó sus pequeños élitros (alas anteriores modificadas por endurecimiento) y desapareció volando.
Fue un pequeño gran momento verle salvarse.
Dicladispa testacea ( F:9, V:1/160, ISO:200) |
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