Desde poco después de su nacimiento, cuando fueron lo bastante fuertes como para seguir a sus madres, han sido la sombra de estas. buscando la protección de su cercanía en todo momento.
Con la llegada de la época de celo de las corzas adultas, estos jóvenes de poco más de un año se ven obligados a iniciar contra su voluntad una vida en solitario, enfrentándose por sí solos a infinidad de peligros que hasta entonces habían solventado sus madres.
Sólo cuando pasas mucho tiempo en el monte observando a estos animales, puedes llegar a comprender hasta que punto es desorientadora y traumática para ellos, esta separación.
En este difícil período, con frecuencia se ven corzos de esa edad en lugares y horas desacostumbradas. Muchos de ellos aparecen atropellados en la cuneta de las carreteras, otros son víctimas por su inexperiencia, de depredadores muy inhabituales, como tristemente he podido comprobar en varias ocasiones.
En una época ya un poco tardía para el celo y poco antes de anochecer, pude observar a un corzo macho y a una hembra adulta quizá con un celo tardío. La escasez de luz, no permitía una velocidad de obturación suficiente como para fotografiarlos, por la continuada persecución del macho sobre la hembra (esa suele ser la fase previa al apareamiento).
Esta de la imagen, es la cría de la temporada anterior de esa hembra, que una y otra vez intentaba reunirse con su madre, pero cada una de las veces, el macho se interponía entre ellas persiguiéndola para hacer que se alejara.
Cuando todo hacía pensar que ese sería el día de su separación definitiva, salió del bosque otra hembra adulta a comer en la misma pradera, el macho se centró en ella. Entonces madre y cría se reunieron de nuevo y juntas corrieron hacia el interior del bosque.
Corza joven (F:7,1, V:0,3s, ISO:200) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario