jueves, 30 de enero de 2020

BELLEZA Y VERDAD

                           Da igual el número de veces que lo hayas visto, porque siempre parece la primera y la última. En realidad lo es las dos cosas.
               El despertar del bosque al final del invierno, es algo de tal magnitud, que resulta imposible de describir con palabras. Ahí es donde se supone que una imagen, que vale más que mil de ellas, tendría que ser suficiente. Pero tampoco, porque siempre quedan fuera el olor, los sonidos, la incipiente calidez del aire...
               En cuanto a lo visual, puedes pasarte horas buscando el encuadre que contenga todo aquello, pero siempre es inútil el propósito de atrapar en la parcialidad de un pequeño rectángulo, lo inconmensurable.
               Ante la imposibilidad, de meter todo aquello ni en una ni en mil fotos, me tiré al suelo para incluir y darles a esos jacintos estrellados el protagonismo que merecían, aunque fuera desenfocados.
               En cuanto a los efectos secundarios de estar repetidamente expuesto a semejantes dosis de algo así, el principal de ellos es, que quedas incapacitado de por vida para aceptar como BELLEZA o VERDAD, sucedáneos del ámbito circense (dicho esto con todo el respeto por el "mayor espectgáculo del mundo").  (Clik en la imagen para verla más grande).

Hayedo en primavera
Hayedo y jacintos en primavera (F:5.6,V:1/125s,ISO:100)

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