jueves, 16 de septiembre de 2021

LA VIDA EN EL PARAISO

                              Creo que es una de las razones que hace tan apasionante la fotografía de naturaleza. Como para compensar esos días en los que has dedicado mucho tiempo para no conseguir nada, hay otros en los que consigues mucho más de lo que esperas.

                Este día, con la cámara sí por si acaso, pero con muy pocas expectativas más allá de disfrutar del silencio y la belleza en la contemplación de uno de mis rincones favoritos. A los pocos minutos de sentarme apareció esta hembra de corzo.

                Un instante mirando hacia el lugar del que procedía el desconocido sonido del obturador, con esos ojos tan negros que parecen dos grandes botones de azabache. Y un segundo después, en tres grandes saltos desapareció. Y el paisaje volvió a ser el mismo. Queda la foto, sino, casi podrías dudar de si sólo lo has imaginado.

                Sobre la cicatriz en su labio, imposible saber que le produjo esa herida. Quizá es el recuerdo del día en que siendo más pequeña consiguió escapar por poco de su más habitual depredador. O de haberse enganchado con una de las muchas alambradas que cuadriculan y dividen el monte. Sea lo que fuera, evidencia que la vida nunca es fácil en el paraíso. (Clik en la imagen para verla más grande)             

Corzo hembra (Capreolus capreolus)(F:7.1,V:1/250,ISO:200)

miércoles, 1 de septiembre de 2021

LO INEFABLE

                                    Quizá, siempre que se muestra una foto, se espera producir en quien la vea algún tipo de sensación, o emoción en el mejor de los casos. Pero por mucho que llegue a producirse esa especie de conexión, seguramente nunca será tan intensa como lo es para quien la hizo. 

           Una imagen es mucho más que ese pequeño fragmento de tiempo congelado. Cada una tiene detrás una pequeña historia, que cuando se trata de fotografía de naturaleza, al menos tal como yo la entiendo, siempre tiene que ver, con lo íntimo y secreto.

            La pequeña historia de esta, empezó en un día de invierno, cuando encontré en el tronco de una encina el agujero de un nido de pico picapinos (Dendrocopos major).

            A lo largo de los años, he encontrado muchos nidos de esta especie, casi siempre en pinos (como indica su nombre), pero también en otras diferentes especies de árboles. 

            En principio parecen elegir el tipo de árbol, en función de la dureza de su madera. Prefiriendo los más blandos por el ahorro energético que supondrá la ingente labor de vaciar en ellos la cavidad del nido. 

        Por eso me sorprendió que estando el árbol de su elección rodeado de otros de madera blanda, hubieran elegido ese de madera tan dura.

          Pero más sorprendente aún, era la altura a la que estaba. Estas aves, por lo general son muy esquivas y desconfiadas, mucho más aún cuando se trata de su reproducción, por lo que los huecos que perforan para instalar su nido, suelen estar en lo más apartado del bosque y, además a bastante altura, para hacerlos más inexpugnables. Por eso me asombró que éste había sido hecho a poco más de un metro del suelo !!!.

             Por si estas excepcionalidades fueran pocas, la mejor pude constatarla la primavera siguiente, cuando comprobé que estaban acondicionando el mismo agujero para volver a anidar en él. Y tuve la oportunidad de ver que esta pareja de picapinos, lejos de mostrarse alarmados y esquivos ante mi proximidad, como cabría esperar de su especie, me toleraban a una distancia anormalmente corta.

                  Muy pocas veces he fotografiado aves en la proximidad de su nido. Jamás lo  hubiera intentado de haberse tratado de picapinos con un comportamiento normal, pero la extrañamente dócil actitud de estos, me animó a intentarlo. El resultado, fueron unas cuantas tardes inolvidables, teniendo la imposible y tantas veces deseada sensación de ser invisible en el monte. Porque aquellas aves, casi me ignoraban mientras los fotografiaba a muy corta distancia mientras hacían su vida normal.

                  Es ya enorme la cantidad de recuerdos de momentos increíbles vividos en la naturaleza. Este es uno de ellos. Un perdido y solitario bosque. La primavera mostrándose por todas partes. La luz dorada de última hora de la tarde. Y la proximidad de estos seres haciéndome sentir con su confianza, como un elemento natural más y, parte de todo aquello. (Clik en la imagen para verla más grande).

Picapinos hembra (Dendrocopos major) (F:7.1,V:1/100s,ISO:200