martes, 5 de noviembre de 2019

SI QUIERES LLÁMALO SUERTE...

                                                    Es muy curioso el funcionamiento del cerebro en relación con los recuerdos.
                         Muchas veces escribiendo textos para fotos que subo aquí, algunas de ellas tomadas hace varios años, compruebo como a diferencia de otras cosas que he hecho mucho más recientemente, el recuerdo de aquellos instantes lejanos, ha permanecido inalterado.

                        Si eso me ocurre con todas mis fotos, con esta más aún si cabe, porque fué el resultado de una toma de decisiones tan rápida e instintiva, que por mucho que estuviera basada en deducciones lógicas y experiencia, casi llegó a sorprenderme.

                         Mirando con los prismáticos, a unos seiscientos metros descubrí a este corzo macho que jadeando, abandonaba la protección del bosque a una hora desacostumbrada y atravesaba una zona muy expuesta para dirigirse hacia el río.

                        Pudo haberlo hecho por una ruta más larga sin abandonar la sombra de los árboles, pero su comportamiento denotaba además de fatiga; prisa y descuido, al mostrarse en campo abierto mucho antes del crepúsculo, que es el momento en que estos precavidos animales, con la escasez de luz, se atreven a salir de su refugio vegetal.
                        Era su época de celo y, la deducción fué inmediata. Seguramente este corzo había estado corriendo detrás de su hembra dentro del bosque, pues los "preliminares" en esta especie, consiste en una persecución ritualizada que puede durar horas.
                        Si no me equivocaba, después de beber volvería sobre sus pasos, de regreso al territorio por el que siempre muestran mucha querencia y, más en esta época.
                         En tres segundos ya estaba decidido y, a partir de ahí todo se produjo de forma inmediata y automática, como si la total concentración en la acción, no dejara espacio para lo trucos de la mente con sus devaneos: ¿regresará por el mismo sitio?, ¿conseguiré llegar a tiempo?, ¿es mi teléfono más "smart" que yo mismo?...
                        Lo más rápidamente que pude fuí hasta el punto por el que el animal acababa de salir del bosque y me oculté entre unos arbustos teniendo muy en cuenta como siempre la dirección del viento.
                        Recuerdo que mientras montaba el equipo, tuve un pequeño lapsus de concentración haciéndome gracia a mi mismo pensando: "anda que esta carrera por medio del monte a casi treinta grados, con el mochilón a la espalda y, posiblemente para nada... Pero; ¿y lo bien que te lo pasas?...".

                       No habría transcurrido ni un minuto desde que me instalé. Y tan atento estaba a que el montaje fuera lo más rápido y silencioso posible, que no me había dado cuenta de que ya venía hacia mi y, estaba muy cerca, tanto, que podía ver hasta sus garrapatas y, en sus cuernos, las virutas de corteza de los árboles que marca señalizando su territorio.
                       Treinta metros, veinte y seguía acercándose.
                       Hice la primera foto esperando su reacción de huída por el ruido del obturador. Pero no. Solo hubo esa mirada sin llegar a detenerse y, al no ver ni oler nada extraño continuó acercándose, así de seguro debía sentirse en el centro de su territorio y en un punto por el que acababa de pasar pocos minutos antes.  (Clik en la imagen para verla más grande).

Corzo (Capreolus capreolus)
Corzo macho (Capreolus capreolus) (F:7.1,V:1/125s,ISO:200)

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